Francisco Valencia nació con una condición congénita que le ocasionó varios problemas de salud. Desde los seis meses de edad ha pasado por una serie de intervenciones quirúrgicas debido a que uno de sus riñones no funcionaba de manera regular.

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Hace 18 años fue diagnosticado de insuficiencia renal terminal, la cual le generó gran cantidad de dolencias y cambios a su vida. “Empecé a sentirme muy mal y cansado por lo que fui al médico y al darme el resultado de la evaluación fue un momento de shock, aunque no sabía muy bien lo que eso implicaba”, recordó Valencia.

Sus alternativas eran claras: hemodiálisis y luego un trasplante de órgano. “El primer día que me hicieron el tratamiento de diálisis fue muy impactante porque el lugar donde conectan a la gente tiene un olor particular y además es muy doloroso”, manifestó Francisco.

Su madre, al ver a su hijo en esa situación, decidió realizarse los exámenes de rigor para verificar si su riñón era compatible con el cuerpo de Francisco, y efectivamente sí lo fue. “Mi mamá me dio la vida dos veces”, expresó.

Pasado un año, Valencia comenzó a sentir malestar en sus caderas y a través de un nuevo dictamen comprobó que  estaban necrosadas y que debían ser reemplazadas. Mencionó que aunque fue una etapa dura, luego de la colocación de las prótesis su vida mejoró en un 100%. “Gracias a mi mamá y a mi familia logré superar todos los obstáculos. Sin el apoyo familiar es muy difícil superar una situación compleja”, aseguró.

Actualmente, Francisco Valencia es fiel defensor de los derechos de las personas trasplantadas, convirtiéndose en activista social  prestando ayuda a personas con condiciones de salud crónica. Además, es el presidente de la Fundación Amigos Trasplantados y de la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y a la Vida (CodeVida).

Fuente: El Universal