(Caracas, 14 de mayo de 2017) Vicky Fernández aún jugaba con muñecas y cursaba estudios de bachillerato cuando quedó embarazada. A sus 16 años, la vida le puso sobre sus hombros una responsabilidad que luego, se tornó aún más exigente: su pequeño, a quien llamó Andrés, fue diagnosticado con hidronefrosis bilateral –patología que dificulta el flujo de la orina desde el riñón hasta la vejiga– que lo ha mantenido conectado a una máquina de diálisis hasta la actualidad. Ella tiene 11 años acompañando a su hijo en el control de su insuficiencia renal. Hoy, Día de las Madres, Vicky está en una habitación, calurosa y de paredes descuidadas, del servicio de Medicina II del Hospital J.M. de los Ríos —principal centro pediátrico del país— viendo a Andrés acostado en una cama recibiendo tratamiento, mientras se distrae con un videojuego.
Cuando se enteró que su primogénito, que hoy tiene 13 años, padecía de esta enfermedad no supo cómo actuar. Acudió con su mamá, quien en principio le había reclamado el haber quedado embarazada tan pronto, para que le brindara su apoyo. “Ella lloró cuando se enteró de que Andrés pasaría su vida en diálisis, porque conocía a amigos que también habían pasado por esa situación. Con ella he tenido un gran apoyo, gracias a Dios, porque, pese a que tuve al niño siendo una adolescente, Andrés para mi mamá es la luz de sus ojos”, sostiene a El Pitazo.
“Mi hijo ha sido muy fuerte, pese a que le daban pocas esperanzas de vida”, afirma convencida, tras relatar que Andrés estuvo hace dos años en terapia intensiva, e incluso sufrió cuatro paros respiratorios. Antes de ser hospitalizado en el J.M. de los Ríos, el niño recibió diálisis peritoneal en su casa con una máquina que adquirió Vicky. El niño se realizaba el proceso de depuración del organismo cada 12 horas. Lo hacía en horas de la noche. Mientras cumplía con sus sesiones de diálisis, Andrés iba a clases con normalidad. Pero, hace cuatro años, su tratamiento comenzó a recibirlo en el pediátrico que hoy atraviesa por una fuerte crisis de insumos y medicinas.
En ese centro de salud, Andrés se dializa tres veces a la semana, aunque, en los últimos meses, a raíz de la situación que presenta el Servicio de Hemodiálisis del centro asistencial, siente que la salud de su hijo está en vilo. “Mi hijo tiene cuatro años en el Servicio de Hemodiálisis del hospital, donde hemos pasado momentos duros. Los pacientes han estado afectados por la falta de medicamentos y porque la unidad está contaminada. La planta de ósmosis, que tenía meses sin recibir mantenimiento, tiene bacterias que provienen del agua y se han alojado en 18 niños. Andrés contrajo dos bacterias que se llaman klebsiella (klebsiella pneumoniae) y pseudomonas (pseudomonas aeruginosa), que pasaron por el catéter que usa para la dializarse. Ahora le aplican antibióticos que están vencidos. Dos niños ya han muerto acá por las complicaciones. Eso me pone mal a mí y a mi hijo. Hemos vivido una especie de agonía durante estos últimos meses y el director del hospital no quiere resolver la situación, a pesar de los reclamos de todas las mamás”, resalta Vicky.
Desde que Andrés está en el hospital, Vicky ha tenido que garantizarle su alimentación como puede. Sale a recorrer, junto con su esposo, diferentes farmacias de Caracas para encontrar las medicinas que el niño necesita, entre ellas Rocaltrol, Nifedipina, Aludon y Bactrol. Gran parte de los tratamientos no los ha encontrado. “Cuando no conseguimos estos remedios, nos llegan donaciones o le pido ayuda a las demás mamás”, confiesa. Vicky sortea la complejidad de garantizar el bienestar de Andrés con un bebé que crece dentro de su vientre desde hace tres meses. Su atención no solo gira en torno a su embarazo, sino también a sus otras dos hijas, de 7 y 12 años, a quienes no les ha podido brindar la atención que merecen por el tiempo que invierte en el cuidado de Andrés, según comenta.
“Cuando tengo chance aprovecho para visitarlas, generalmente lo hago en el momento en que Andrés ingresa a la unidad a dializarse. Él dura tres horas conectado a la máquina y, en ese tiempo, puedo conversar con ellas por teléfono o visitarlas. Ayer me llamaron para decirme que me tenían unos regalos para el día de las madres, pero estoy esperando que mi esposo pueda traerlas al hospital, aunque acá es muy complejo que las dejen pasar”, asegura Vicky, quien comenta que sus otras hijas están bajo el cuidado de su madre.
Al quedar embarazada de Andrés, Vicky dejó el empleo que tenía en una panadería para dedicarse exclusivamente a la atención del niño, incluso su sueño de ser médico forense quedó atrás. Pese a las metas inconclusas, afirma que se siente orgullosa de ser madre. Cuenta que ahora lo más difícil ha sido tratar de que Andrés, a pesar de su enfermedad, viva sin complicaciones. “Hay días en que mi hijo sale de la diálisis descompensado, con vómitos y con fiebre y me dice que no quiere dializarse más, pero le digo ꞌ¿cómo vamos a hacer? Si no vas a la diálisis puedes morirꞌ”, relata Vicky, quien asegura que Andrés comprende bien las consecuencias que acarrea su condición de salud. Asoma que eso es lo que le aflige porque sabe que otros niños también han partido debido a esta enfermedad.
“Cuando Samuelito murió, Andrés se sintió triste porque ellos solían compartir mucho acá en el hospital”, agrega Vicky, al hacer referencia a Samuel Becerra, un niño de 12 años que falleció la madrugada del pasado 11 de mayo, tras contaminarse en el Servicio de Hemodiálisis del J.M. de los Ríos, a causa de una bacteria que contrajo mientras se dializaba.
Un trasplante de riñon daría la tranquilidad que Andrés tanto anhela. Vicky señala que a él se le debe realizar una reconstrucción de vejiga para que pueda recibir el órgano. Pero resalta que aún su hijo no está en lista para obtener un donante. “En este país hacer un trasplante es difícil, porque conozco madres que me han dicho que sus hijos han perdido el riñón porque no hay tratamientos inmunosupresores”, lamenta.
Fuente: El Pitazo