Burocracia, escasez y equipos inservibles se suman al ya difícil camino del enfermo con cáncer. Nancy Tovar, de 61 años, dejó de recibir su quimioterapia durante seis meses porque no estaba disponible en las farmacias del Seguro Social en Valencia. La metástasis llegó a sus huesos y los fracturó.
Que el daño del cáncer es irreparable. Que no hay nada que hacer. Que lo que queda es aportar la mejor calidad de vida posible mientras esperan que llegue la muerte. Desde hace un mes Johnnathan Nasra convive con la sentencia que pesa sobre su madre, Nancy Tovar, de 61 años.
El diagnóstico de cáncer de mama que le dieron hace tres años abrió la puerta a la familia, oriunda de Valencia, hacia todos los demonios del sistema de atención pública de Venezuela. Burocracia, escasez y equipos inservibles.
El primer ciclo de quimioterapias tuvo un resultado contrario al que se esperaba. En vez de reducir el quiste que en principio medía 1,1 centímetros, lo agrandó y lo convirtió en una gran bola de 7,6 centímetros de diámetro. El paso siguiente fue remover la mama.
Lo médicos le indicaron a Nancy el consumo de anastrazole. “Se buscaban los medicamentos en la farmacia de Alto Costo del Seguro Social y era una ruleta rusa. Desde marzo del año pasado hasta agosto estuvo sin tratamiento porque la escasez era total”, cuenta el hijo de 33 años.
La mujer comenzó a quejarse de mareos y dolores en la columna y en el brazo derecho. El riesgo de metástasis estaba latente, pero no habían podido comprobar si el cáncer se había diseminado por la falta de material radiactivo en el país para realizar un gammagrama óseo.
“En mayo un doctor le dijo que había material en el Oncológico Luis Razetti de Caracas y nos fuimos. El examen descubrió que tenía metástasis. La salud pública es demasiado lenta y la consulta siguiente con el oncólogo se la dieron para un mes y medio después en el Oncológico de Valencia. Ahí le mandaron radioterapias urgentes, pero resulta que esa unidad tiene 3 años fuera de servicio”, dice Nasra.
Mientras su hijo buscaba una alternativa para la radioterapia, Nancy sufrió una fractura. Perdió el equilibrio, se apoyó de una pared para evitar la caída y destrozó su húmero derecho. Su condición de salud impide que sea operada, por lo que le pusieron un yeso.
Finalmente encontraron un cupo en el Hospital Central de Valencia y, luego de una de sus últimas radioterapias, la mujer se fracturó el fémur cuando alzaba la pierna para subirse a un autobús.
“La trasladamos al Seguro Social de Maracay y nadie estuvo dispuesta a operarla. Tuvimos que pagar una ambulancia para trasladarla a Charallave donde podían cuidarla. Cuando la vio el oncólogo me dijo que el daño es irreparable, que lo que tenemos es que darle la mayor calidad de vida posible. La única esperanza es frenar el cáncer, pero no curarlo”.
Para poder lograrlo, Nasra hace su mejor esfuerzo. Pero es poco lo que logra debido a la gran crisis de escasez de medicamentos.
Necesita 6 ampollas al mes de Fulvestrant de 250 mg. Solo la ha conseguido en Colombia a un precio de 700 dólares el par de ampollas. “Imposible de costear”, lamenta el hombre.
Requiere también refuerzos óseos para intentar que las fracturas sanen: bondronat de 10 miligramos o ácido ibandrónico de 150 mg. “Esta me la pagó la empresa en la que trabajo. Tuvimos que comprarlo a través de redes clandestinas”.
Los récipes de estas medicinas no llegaron a las manos de la familia con la rapidez que ameritaba el diagnóstico. “La orden tenía que salir del Oncológico de Valencia el 7 de julio. Se retrasó 3 semanas porque no había tinta en la impresora y luego una semana más por la falta de una firma”.
Además, Nancy necesita quetiapina e Ipran, antipsicóticos y antidepresivos recetados por un psiquiatra para sobrellevar la angustia de la enfermedad. “Tengo más de un año y medio que no no los encuentro en ninguna parte”.
La mujer cambió su residencia de Valencia, donde vivía con su hijo, a Charallave, pues tiene la atención continua de sus hermanas. Johnnatan reparte su tiempo libre en ir a visitarla para que no pierda el ánimo y conseguir las medicinas que urgen para este momento y para el final del recorrido.
En retroceso
La ciencia encuentra recovecos contra el cáncer y la crisis nacional los obstaculiza. En el mundo, las terapias más modernas atacan directamente al tumor y apuestan por eliminarlo con el menor daño posible; mientras que en Venezuela el acceso intermitente a los medicamentos básicos pone en riesgo la vida de los pacientes.
En 2016 los fallecimientos por cáncer se incrementaron en casi 3.000 muertes más que en 2013. De acuerdo con el último Anuario de Mortalidad disponible en el país, el cáncer causó la muerte de 23.121 personas, siendo la segunda causa de decesos en Venezuela. Una proyección de la Sociedad Anticancerosa de Venezuela ubicó el indicador en 25.511 fallecimientos por esta enfermedad durante 2016.
De los medicamentos para el tratamiento de los males oncológicos, hay ausencia de aquellos de primera, segunda y tercera línea para tratar los tipos de cáncer que más afectan a los venezolanos: mamas, cuello uterino, próstata, vías digestivas, cabeza y cuello y pulmón, dice un comunicado de la Sociedad de Oncología.
Los médicos de ese gremio denuncian escasez casi total de medicamentos biológicos y terapias de blancos moleculares, tratamientos de última generación para estadios tempranos y avanzados de las enfermedades.
“No contamos con medicamentos para comenzar o terminar tratamientos a tiempo ni insumos para cirugías adecuadas ni equipos operativos de radioterapia”, reclama Gustavo Gotera González, presidente de la Sociedad de Oncología.
El médico critica que no se estén completando los ciclos de tratamiento o no se den los medicamentos ideales. “Todo eso conspira para generar problemas en que los pacientes con cáncer, a pesar de que están siendo tratados, no están recibiendo la atención idónea”.
Aunque no tienen registros estadísticos de cuántas personas han muerto por falta de tratamiento o de cuántas recaídas se han producido, sí admite que sus colegas han reportado cada vez más pacientes con recaídas más rápidas y más agresivas.
Mientras tanto, las denuncias de los médicos las vive Nasra diariamente. Las redes sociales se convirtieron en su desahogo y en su último grito de auxilio.
Fuente: El Estímulo