Hasta hace dos años, habían 15 mil personas en diálisis. En la actualidad, hay 10.200 aún en tratamiento, el resto falleció como resultado de la escasez de insumos, materiales y medicamentos en medio de la emergencia humanitaria que enfrentan los venezolanos. Muchos de que han sobrevivido pudiesen tener mejor calidad de vida si recibiesen un trasplante renal, pero en Venezuela no hay posibilidad de hacerlo debido a la suspensión del programa por parte del Estado venezolanos.
Pero la desestructuración no solo atañe a los trasplantes de riñón, los programas de trasplante de hígado también han perdido su financiamiento estatal, mientras muchos niños esperar se reactive para poder mejorar su calidad de vida.
Los convenios internacionales como el del trasplante de médula ósea que se ejecutaba en Italia también han sido suspendidos, dejando daños irreparables a las familias de los niños que han muerto internados en el hospital infantil JM de los Ríos esperando que el Estado venezolano pague la deuda de 10 millones de Euros que tiene para continuar con el programa.
Existe en el país una política de destrucción de los programas de trasplante en Venezuela, afectando a niños y adultos por igual, acabando con su calidad de vida y en muchas casos condenándolos a morir. Es imperativo que el Estado refinancie todos estos programas que permiten darle una segunda oportunidad de vida a quienes lo amerita, de lo contrario morirán todos aquellos que están en lista de espera aguardando por una donación de órganos.